Una bandeja que es puro orgullo de nuestra tierrita. 

Carnes jugositas, choricito y longanicita de puro cerdo, hechos con las manos de la casa, al estilo artesanal, como se ha hecho de generación en generación. La rellenita, ese manjar que todos aman, llega acompañada de la arepita boyacense de cuajada, arropada con mazorca molida en envuelto bien tierno. Y pa' no dejar atrás el dulce del alma, el madurito relleno no puede faltar. En los cimientos de este festín están los verdaderos tesoros de Boyacá: la papa criolla doradita, la papa saladita que no falta en mesa buena y, pa' rematar, una yuquita que se deshace en la boca. 

¡Un abrazo de sabor que solo se consigue en nuestra tierra, sumercé! 

Pa’ calentar el alma y espantar el fríito boyacense, no hay como nuestras sopitas típicas. 

El cuchuco de trigo, hecho con paciencia, cariño y ese secreto que solo sabían las abuelitas, lo llevamos en cada cucharada. ¡Échele una probadita y verá cómo se le alegra el corazón y se le llena la memoria de puro campo y tierrita querida! 

Recién sacada del agüita fresca y prepará como manda la tradición de estas tierras altas.

Una truchita dorada y bañada con salsa marinera que lleva encima los frutos del mar, como si le hubieran traído un pedacito de océano hasta el altiplano. Acompañada de su ensaladita dulse que le da el equilibrio justo, pa’ que no falte ni color ni sabor. ¡Es una trucha que sabe a lago, a hogar y a esa vida sabrosita que solo se vive en Boyacá!  

Una bebida hecha con el alma campesina.

Limoncito fresco, naranja jugosita, panela dulce como el cariño de la abuela, y pa' darle el toque alegre, unas ramitas de hirvabuena bien fraganticas. Refrescante, sabrosita y con ese sabor que solo nace en el corazón de Boyacá. ¡Pa' calmar la sed y alegrar el espíritu, sumercé!